El pecho sí, pero sin presiones

La sociedad en general idealiza el tema de la paternidad y sobre todo de la maternidad, lo que crea una presión social comparable con pocas cosas en las edades comprendidas entre los 20ypico y los 40.

Sobre esto de tener niños y la presión social hay muchos temas a desarrollar como por ejemplo lo absurdo de las frases tipo “¿y vosotros no os animáis?”, “¿pero no váis a tener un niño?”, “ahora a por la parejita”, “como no os deis prisa se os va a pasar el arroz” (de verdad que esa gente no tiene vida propia de la que preocuparse….). Sin embargo, de todos ellos hoy voy a centrarme en el tema de lactancia maternal.

Por suerte nunca me ha afectado la presión social y siempre he hecho lo que he querido y creído en cada momento, me equivocase o no. Entre esas decisiones están las ilógicas de haber tenido a mis dos cachirulos cuando mi chica y yo, conjuntamente, así lo hemos decidido.

Pues bien, cuando nació Daniel (el mayor de los cachirulos) no dudamos ni un momento que Vane le daría el pecho, ya que estábamos (y lo seguimos estando) convencidos de que es lo mejor para un bebé y además las muchas experiencias realmente cercanas nos animaban a ello.

En las clases de preparación al parto, muchas veces impartidas por matronas que no han sido madres, la lactancia materna por supuesto que era un tema principal. Siempre enfocado como algo idílico y maravilloso que crea un vínculo entre la madre y el bebé que parece que no podrá existir de otra manera y que además librarán a tu bebé de todas las enfermedades que le puedan pasar durante su vida.

Quizás, con suerte, si asistes a una de estas clases junto a una mamá no primeriza que haya tenido alguna experiencia distinta y tiene el valor de compartirla sabrás algo más allá del paraiso terrenal que es la lactancia en los entornos pro-teta.

Porque señores y señoras, la lactancia materna para la madre (y la consiguiente repercusión para el padre y el bebé) también conlleva:

  • dependencia total de la madre, en la que el padre puede ayudar pero poco, y que sobre todo ante ciertos partos puede ser muy duro especialmente en el primer mes con tomas que a veces no llegan a las dos horas
  • grietas de centímetros en el pecho que generan dolores considerables
  • mastitis con fiebres altas (hasta 7 en mes y medio), que ademas no sabrás si puedes tratar ya que esa parte no te la habrán explicado en la clases pre-parto
  • convertir a la madre en una vaca lechera durante varios meses (descripción dada por varias madres en conversaciones sobre este tema)
  • sentimiento de inutilidad al ver que algo tan natural y tan maravilloso te supera y lejos de disfrutar se está conviritiendo en una tortura que además se multiplica por 100 debido al estado hormonal post-parto provocando una importante depresión
  • recriminación por parte de personal sanitario y gente ¿cercana? al plantear lo mal que lo pasas o que quieres dejar de dar el pecho y pasarte al horrible y malvado mundo de los biberones incrementando tu depresión
  • una sociedad laboral que además, en general, no apoya la lactancia materna de manera real

Y cuando todo esto se da y lo sufres, con las 2 personas que más quieres en el mundo durante los dos primeros meses de vida de uno de ellos, os aseguro que te dan ganas de ir y decirle dos cositas a más de uno que vende sólo la parte del mundo idílico de la realidad de la lactancia materna y además provoca un daño emocional inimaginable a tu pareja.

Con Eneko, el segundo cachirulo, mi chica en el mismo momento del parto y con todo mi apoyo, decidió que no lo quería intentar por segunda vez y os aseguro que 10 meses después, Eneko no parece más tonto ni menos sano y el vínculo con su madre es tan grande que a veces desespera :-P.

No quiero animar a nadie a que no de el pecho, al contrario, creo que es algo que todo el que pueda debe hacer, pero libremente y con una sociedad abierta y respetuosa tanto para la lactancia materna como para la lactancia artificial.